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En cierto modo, el primer atisbo de la tesis según la cual toda imputación causal presupone, justificadamente o no, un vínculo nómico, puede remontarse a David Hume (1939[1748], p. 631)". La misma idea retorna, además, en la Crítica de La razón pura, donde Kant la consagra como un principio trascendental al cual denomina segunda analogía de La experiencia\'. Bajo la égida de ese principio, "cuando conocemos por experiencia que algo acontece, presuponemos siempre que algo [lo] precede, a lo cual sigue según regla" (Kant, 2007[1787], B240); siendo que procurar ese antecedente, determinando también cuál es la generalización universal que lo vincula con su efecto, es ya asunto de ciencia empírica (Korner, 1977, p. 79; Loparié, 2000, p. 255). Stuart Mill (1974[1843], p. 315), por su parte, tampoco dejó de asumir esta concepción nomológica de la causalidad; y ella también retorna, de nuevo con visos trascendentales, en el Tractatus de Wittgenstein (1973[1922], §6.32). |
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